viernes, 12 de octubre de 2007

Los Simuladores


La increíble historia del partido en el que se jugaron cinco minutos de manera ficticia y el árbitro debió hasta cambiar el resultado para salir con vida de la cancha.

Durante la semana no se había hablado de otra cosa: Juventud Antoniana de Salta recibía a Atlético Ledesma de Jujuy en uno de los clásicos del Norte y los comentarios previos se habían robado el sueño de la sagrada siesta y quebrado el tedio de las sofocantes tardes. No era para menos; se jugaba algo más que el camino hacia el Nacional B, aquel domingo 10 de enero de 1988 estaba en juego el honor de las provincias. Y en Salta a nadie se le cruzaba por la cabeza una derrota: qué nos van a ganar esos jujeños, era el comentario por la plaza y a la salida de la iglesia. Nadie imaginaba el absurdo y escandaloso epílogo del que serían testigos.

Faltan sólo 5 minutos. El partido está 2 a 2. Aunque nadie lo crea, Ledesma se lleva un punto de Salta. Ahora la tiene Agüero, volante de los visitantes: busca enfriar el trámite. En una de ésas se le ocurre meter un paso en cortada para Gustavo Gherbis que queda solo frente al arquero Vargas y, de cara a los hinchas locales, no tiene mejor idea que ponerla al ladito de un palo. Golazo. Todos piden offside pero el árbitro, Osvaldo Pisapia, al ver que el línea Augusto Mounes no levanta el banderín, marca el centro : 3 a 2 para el visitante. Estupor general, epidemia de infartos... Sumergido entre abrazos y puteadas, el inconsciente de Gherbis no se imagina todo lo que semejante insolencia desencadenará.

Si minutos antes era difícil digerir un empate “contra esta murga”, una derrota resulta inadmisible para los hincha de Antoniana, que empiezan a tirar con lo que tienen a mano. El más buscado es Mounes, maleducado que no levantó el banderín para hacer lo que se acostumbra en estos casos, en los que cualquier línea que aprecie su vida sabe que, faltando cinco minutos, tiene que levantar la banderita y cortar el avance visitante porque no es conveniente andar jugando con los nervios de los muchachos de la popular. “Yo, con toda la hinchada local atrás –cuenta Mounes-, quería que ganara Antoniana por ocho goles, pero qué iba a hacer, si el de Ledesma estaba habilitado por tres metros. Ahí nomás me dieron un botellazo en la espalda que me derribó, y Pisapia debió suspender el partido”.

Entre una lluvia de piedras y damajuanas, la terna arbitral busca refugio en el vestuario. “Al entrar –cuenta Mounes-, había tres policías salteños que, pobrecitos estaban más pálidos que nosotros. Ahí nomás, un grupo de hinchas vino a pegarle patadas a la puerta. Estaban descontrolados, nos iban a matar. Entonces, cuando se iban a meter, Pisapia, que era subcomisario de la Federal, sacó la 45 reglamentaria, que como cualquier policía debía portar siempre, y se la puso en la cabeza a uno de los tipos. Recién ahí retrocedieron un poco. Si Piasapia no hacía eso, creo que nos mataban. Enseguida se decidió que la única manera de salir vivos era seguir con el partido”.
“Al árbitro iban a matarlo –cuenta Gustavo Cil, delantero de Antoniana-. Desde nuestro vestuario, se escuchaban las patadas que los hinchas le daban a la puerta. Luego, cuando decide reanudarlo, me le acerqué para ver si había cobrado el tercer gol de ellos y me dijo que no me preocupara, que ya estaba anulado. El tema es que la bronca venía de antes: el día anterior, dirigentes de Ledesma le habían pagado al árbitro un tour por el Cafayate para que fuera con su esposa. Eso no implica que estuviera arreglado, pero pesó en el ánimo de la gente. Es que en los Regionales pasaba mucho: cuando podían, los dirigentes arreglaban un paseito con los árbitros...”

Después de 20 minutos suspendido, Pisapia vuelve para reanudar el partido pero sin el línea Mounes, que se queda en el vestuario. El tipo tuvo las agallas suficientes para no levantar el banderín, pero tampoco tiene vocación suicida: sabe que si se asoma, lo linchan. El árbitro anula el gol de Ledesma cobrado hace apenas un ratito y sanciona offside. Los ánimos, al fin se calman.

-Escúcheme bien- le decía Pisapia a González, capitán de Ledesma. Vamos a seguir como si hubiera anulado el gol, pero en el informe a la AFA figurará 3 a 2 para ustedes. El partido ya fue suspendido por los líos, ¿me entiende?. Se terminó. Pero sigamos jugando. Si no lo hacemos, ni ustedes ni nosotros salimos vivos de acá.

“Decidí anular el gol –dice Pisapia- para que la hinchada y los jugadores locales creyeran que seguía 2 a 2. Había sido un golazo y válido, pero con los de Ledesma hicimos la parodia de que estaba anulado y de que el partido continuaba. En ese momento no pense en cuestiones reglamentarias: si había vidas en juego...”.

Se juegan los cinco minutos restantes. Para el árbitro y los jugadores visitantes elpartido ya está suspendido: terminó 3 a 2. Los de Antoniana se irán creyendo que empataron. “Fue una estafa –dice Cil-: recién me enteré días más tarde de habíamos perdido”.

“Luego de anular el gol, todo fue normal –relata Pisapia-. Finalmente, días después el Consejo Federal de la AFA se lo dio ganado 3 a 2 a Ledesma, pero como pasa siempre a los salteños no les suspendieron la cancha ni nada. Es feo engañar a la gente, pero estoy seguro de que se daba ese gol era lo último que hacía”.